noviembre 21, 2008

Deriva

Tomás me mira hosco, casi decepcionado, cuando traspasa la cristalería de inmigración.

No exhibe esa sonrisa que recogen las cámaras de los aeropuertos de llegada. No salta, ni grita "libertad", clonando la palabra en su opuesto vanidoso al conjuro de un aire con el mismo olor a sal, al final de un viaje de 45 minutos.

Desconfía Tomás mientras se acerca.

- ¡Flaco, defíneme utopía!
- ¿Dequécojonetúhabla, hermano? ¡Dame un abrazo!

"El Moro" me abraza, circunspecto.

Sé que llegó a creer que no existía algo como el "allá afuera" y todavía recuerdo su tesis de que "la geografía como la conocemos los simples, no es más que otro instrumento de la retórica del poder para controlarnos en este espacio mínimo y a la deriva en que nacimos."

Sospecho que subió al avión convencido de que no estaba equivocado, intuyendo que este viaje era otro truco para perpetuar la ilusión.

Sale molesto Tomás tras hablarle a un oficial de inmigración que con acento hispano, sin embargo, lo atosiga a preguntas en un inglés que no negocia.

El oficial lo cuestiona, anclado en el Johnatan y sin hacer la menor seña desde el Martínez de su apellido que, esperanzado, también había localizado en la piececita plástica sobre el bolsillo. "Keep going" le ordena mirándolo y Tomás siente que es la misma mirada que antes lo disminuía desde un español casi teocrático.

Se inquieta Tomás ante la dedicación de una Cocker Spaniel empecinada en emboscar su maletín y sobrevive el dejavú desconfiando - sólo traigo libros...-

El oficial se aleja llevándose el perro, pero no la pregunta retenida: ¿será el mismo Cockier...?

Tomás es un "pesimista de lo lúdico", un "utópata" como se define a si mismo. No cree en el sueño porque detesta la siquiatría. Pero analiza las certezas pedestres, esas cuya única significación es ser lo que son: el mismo lenguaje corporal, el mismo perro impertinente, el mismo calor, el mismo temor.

Desembarca Tomás asustado ante la posibilidad de que ¡efectivamente! haya un mundo "acá afuera" y 18 minutos más tarde ya construye la certeza de que esta es otra fantasía: la misma Isla extendida.

¿Qué tal si el mundo está controlado por las "agencias narrativas" y las noticias son sólo manipulaciones motivacionales para que nos desplacemos, condicionados, a lo largo de un país largo, el mismo país como un atolón enorme, un archipiélago redondo, dividido en administraciones que conspiran para mantenernos ocupados y presos de nuestra propia intención de albedrío y ... esa no es Perla?


Mientras lo abrazo, siento que regresa.