noviembre 05, 2008

Todo cambia...

La elección de Barack Obama a la presidencia de EU, con mayoría indiscutible, habla de la capacidad de este país para sobreponerse a su propia Historia.

El arribo de las nuevas generaciones a los poderes políticos es cuestión de tiempo. No hay "inmovilismo" que pueda replicarse eternamente en la atemporalidad.

Nuevas ideas, una cara de los poderes más acorde a la composición multi-racial y multi-cultural de la Unión, la irrupción de la "era digital" en la Campaña y la participación masiva de todos los estratos sociales y edades en la votación, hablan con optimismo de un casi "escalón abismal" entre Futuro y Pasado.

Sin embargo, el nuevo presidente enfrenta un desafío enorme con el país en la peor crisis económica desde la Gran Depresión, dos guerras estancadas, un déficit multimillonario del presupuesto del Estado, la pérdida de confianza del electorado en la capacidad de sus líderes y un creciente descrédito e impopularidad internacional resultado del manejo desacertado de las tensiones con el mundo árabe.

La resaca del desvarío imperialista de la administración que sale, una deuda externa inconcebible, la desconexión irresponsable con "la frontera Sur" y el renacimiento de Rusia como "competencia" (otra potencia imperialista que nunca dejó ser lo que es... Cada vez que escucho la teoría de que "Reagan desarticuló la amenaza roja" me pregunto qué enfrenta el mundo eslavo ahora; quizás una "amenaza democrática Rusa"), completan un cuadro de tensiones que habrá que enfrentar con poca ingenuidad y una voluntad ejecutiva a prueba de partidismos.

Estas condiciones, las promesas de un casi "New Deal" y la decisión de utilizar la diplomacia directa con aliados y enemigos, mucho recuerdan la elección de Roosevelt tras la crisis económica de 1929.

Es justo reflexionar entonces cómo sucedió esta superación de la historia en un mundo de intolerancias raciales y culturales más que evidentes. Sobre qué bases el electorado norteamericano se sobrepuso a sus prejuicios históricos y optó por "el cambio".

Se prometió mucho durante la campaña, el voto latino fue de un peso enorme, la Florida Republicana se pasó a la columna demócrata (desempleo y foreclousures por medio, imagino...), se habló en Español del poder de la educación y el derecho a la salud. Se apeló, en total coherencia con las características del aspirante demócrata y ahora presidente, al ideal de prosperidad codificado en "el sueño americano".

Ese sueño, como muchos sabemos, es una pesadilla en forma de ilusión para la mayoría de los emigrados que llegan a este país y terminan trabajando el resto de sus vidas para pagar una deuda crediticia que meramente solventa los "símbolos de la riqueza" y que crece en silencio, tornándose en un círculo vicioso de trabajo-deuda-trabajo, que poco tiene que ver con la libertad financiera y el éxito del "american dream".

Una vez pasada la euforia de la ilusión por la promesa del cambio, veremos en qué para todo esto. Una cosa es la campaña y otra "la campiña", poblada de raíces profundas y controlada por los poderes factuales bien alejados de la publicidad.

No bastan los ajustes conyunturales. Hace falta una voluntad real para vivir en paz, convivir con lo diferente y respetar las elecciones "del otro", sean estas las que sean.

20 años después de la finalización de "la guerra fría", el mundo está más caliente que nunca y enfrentamos la misma filosofía del MAD (mutual assured destruction), que intentó dilucidar Reagan, a quien tanto se nombra en estos días como modelo de efectividad.

Entramos hace casi 10 años al Siglo XXI y recuerdo sonriente la ingenuidad de aquellos diccionarios de nuestra niñez que ilustraban la vida en el "lejano año 2000" como un mundo sin fronteras ni nacionalismos excluyentes, donde las energías alternativas alimentarían autos voladores y el progreso científico nos pondría ante la posibilidad de un mayor desarrollo intelectual con la desaparición del trabajo manual. Pero aquí estamos..

Por ahora, parece ser cierto que "todo es posible en América" y esa es una magnífica señal. La "audacia de la esperanza" es una audacia optimista, que apunta hacia adelante, pero el deja vú de la Historia es una testaruda realidad en ciclos que nos modifican, siempre enfrentados a los mismos problemas.

Sólo espero que "el cambio" no sea aquel que rectificaba "donde dije digo, digo Diego" y "el más liberal de los aspirantes" no se convierta, una vez dueño de la coyuntura, en "el más conservador de los militantes".

Habrá que esperar...